«Ferreira de Castro, el de los ojos eternamente tristes y añorantes; el de la sonrisa de nño ingenuo; el de los grandes y acariciantes debordamientos afectuosos; el hombre estraño que ha robado sus extrañas gemas a los ponientes del tropico, cuando caminaba, borracho de color de la maravilla escenográfica, a orillas del Amazonas;» (incipit)
1 parágrafo:
«Así dejemos a este puro poeta, ¿poeta?, poeta, sí, poeta, entre los rebeldes y gustemos su obra buena y sana, que nos ha de conducir fatalmente a una sociedad de amor y belleza, cuya viejas y pútridas simientes hayan sido purificadas por la sangre y el fuego.» (1926)
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